El agua, infinita,
sólo contó la historia del eterno abandono. Y mientras toda una ciudad era
librada a su suerte, otros se empeñaban en seguir pisoteando ilusiones.
*
Argentina amaneció el martes 2 de abril con una
tragedia consumada. Mientras todos dormían, alrededor de un millón de personas
se debatían entre la vida y la muerte, entre poder salvar algo más de lo que
llevaban puesto. La Plata se vio azotada por una lluvia interminable. En sólo
veinticuatro horas cayeron 392,2 milímetros de agua, un registro sin
precedentes en la historia de esa ciudad.
Josefina Suárez
tiene 20 años y vive en el barrio platense de Villa Elvira desde que tiene
memoria. Poco y nada pudo salvar de esa fatídica madrugada. Se aferra muy
fuerte a Matías, un pequeño niño que duerme en sus brazos, como si fuera lo
único que le quedara en esta vida.
- Fueron horas tremendas. No me voy a sacar
más de la cabeza los gritos de desesperación de la gente. Por cuatro horas
estuve haciendo equilibrio sobre un auto con mi bebé de ocho meses en brazos
para no caer al agua. Gracias a Dios nos rescataron unos vecinos con un bote.
Su rostro se observa vacío, carente
de emociones. Habla desde la profundidad de quien sabe que no podría estar
peor. Josefina sigue haciendo equilibrio para poder vivir y para mantener a su
hijo luego de haberlo perdido todo. Y Matías es, efectivamente, lo único que le
queda.
Muertos,
desaparecidos, casas destruidas, incertidumbre, mucho dolor. Nada. Eso es lo
que responden todos cuando se les pregunta qué pudieron salvar: “Nada”. Las
pérdidas materiales calan hondo en la vida de esas personas. Pero las vidas que
ya no están, esas personas que fueron víctimas de la temible masa de agua, son
las que le duelen a la sociedad toda. La lista oficial terminó el conteo en
cincuenta y dos. Sin embargo, es una cifra que, día tras día, contradice evidencias
y testimonios.
En La Plata todos viven una misma
desgracia. Cambian los protagonistas, cambian las historias, pero el
sentimiento demoledor de considerarse derrotados es siempre el mismo. Gladis Perrone tiene sesenta y cuatro años y hace
treinta que vive junto a su familia en el barrio de Los Hornos. La tormenta le
ha quitado algo más que algunos muebles y electrodomésticos: el agua se apropió
de la vida de su marido como quien traga una pastilla para el dolor de cabeza.
- Sentí que si nos
quedábamos en la casa nos ahogábamos. El agua había superado el metro medio y
no podíamos subirnos al techo. A Ricardo, mi esposo, se le ocurrió salir y
quedarnos en el auto. Nos agarramos como pudimos, pero algo lo hizo perder la
estabilidad: se soltó de mi mano y se lo llevó la corriente. No sé cómo voy a
recomponerme luego de esto.
-
El gobierno miente.
Quien lo asegura es
Sandra Benítez, vecina de la viuda. La mujer de cincuenta y tantos años no
puede ocultar su indignación. Ella está totalmente convencida de que le quieren
hacer creer a la gente que los hechos fueron mucho menos significativos de lo
que realmente fueron.
- Solamente en la esquina de mi casa vi
entre diez y doce cadáveres contra un alambrado. Muchos días estuvieron
trabajando acá, trajeron dos camiones en los que se llevaron todos los cuerpos.
*
Los argentinos tenemos
una especie de ley social implícita. Cuando ocurre una tragedia como esta,
rápidamente nos movilizamos para ayudar a aquellos que lo estén necesitando. Es
como una mezcla de dolor, compasión, y orgullo herido. Toda la impotencia que
sentimos ante la adversidad y la falta de asistencia del Estado, se transforma
en una increíble catarata de solidaridad. La gente aporta lo poco que tiene
porque sabe que el otro la está pasando aún peor.
Organizaciones no
gubernamentales, iglesias, instituciones deportivas, personalidades del
espectáculo, habitantes comunes y corrientes, todos se prestaron con el único
objetivo de brindar un poquito de alivio a los vecinos platenses. Pero sin
duda, fueron los grupos Scouts quienes se tornaron protagonistas y tomaron la
iniciativa, por ejemplo, de juntar donaciones en la Catedral Metropolitana.
El scouting o escultismo es un movimiento que nace en Inglaterra a mediados del
siglo XX y que pone énfasis en realizar actividades con fines educativos y
contribuir al servicio comunitario, entre otras cosas. “Posta de Pardo” es el nombre con el que se conoce a uno de los
grupos de Scouts que realizan sus actividades en el partido bonaerense de
Ituzaingó.
Melina Klate tiene
veintiún años y forma parte de este grupo desde que tiene ocho. El sábado siguiente a la inundación debía
comenzar con el año de actividad junto con sus compañeros. Generalmente esa
primer jornada consta de actividades recreativas junto a niños más pequeños,
pero la tragedia platense los hizo cambiar de planes.
- No sabíamos qué hacer, entonces decidimos
subir un video a Facebook explicando que debido a lo que había pasado íbamos a
dedicar el día a la recolección de donaciones. Todos los que empezábamos ese
día teníamos que asistir al punto de encuentro con colchones, ropa, alimentos
no perecederos, artículos de limpieza y cualquier cosa que sirviera para los
damnificados.
La iniciativa fue
todo un éxito. Los jóvenes lograron llenar un camión -que fue cedido
gentilmente por Cristian Morazoni, cuñado de Melina- y, luego de ponerse en
contacto con un grupo Scout de La Plata, llegaron a la conclusión de que el
contingente de donaciones partiría con destino a Tolosa.
Sábado 6 de abril,
16 horas. Los integrantes de Posta de
Pardo se encuentran próximos a partir y ajustan los últimos detalles en la
Base Aérea Militar de Morón, un espacio que el municipio les cede cuando deben
llevar adelante actividades de este tipo. Los jóvenes lo viven con alegría,
pero también con la seriedad de saberse responsables del destino de esa ayuda.
El camión lo maneja
Cristian Morazoni, su dueño, y a su lado viaja Marcelo Llamosa, dirigente del
grupo. Adentro del camión, ocho pibes toman mate y se mueren de ansiedad por
llegar. Luego de una hora y media de viaje, el camión se detiene en el medio de
la Autopista Buenos Aires-La Plata.
-
Como estábamos adentro del camión no entendíamos nada. En el
momento pensé “lo único que falta es que se haya roto esta cosa”. Aparte nos
asustamos, porque si venía la policía nos iban a bajar a todos. No entendíamos
nada.
Pero Melina no era
la única que no entendía lo que pasaba.
-
¿De parte de quién vienen?
-
Somos Scouts de Ituzaingó, ¿por?
-
Entonces tienen que dejar las cosas acá para que nosotros las
alcancemos.
-
Pero nosotros las juntamos y queremos entregarlas.
-
No se puede.
Esa fue la breve conversación
que mantuvo el conductor con un hombre que llevaba una pechera de la agrupación
kirchnerista La Cámpora y se
encontraba, junto a otros diez militantes, desviando a todos los vehículos que
circulaban por la autopista para indagar sobre su procedencia.
Horas antes, el
periodista Juan Micheli había protagonizado una corta pero tensa discusión con
el diputado nacional Andrés Larroque. El conductor del noticiero Visión 7 quería saber por qué los
militantes oficialistas se identificaban con pecheras de La Cámpora para repartir donaciones anónimas. Además, muchas ONG ya
habían acusado a la agrupación fundada por Máximo Kirchner de interceptar
camiones y torcer el destino de las donaciones. También habían protagonizado un
escándalo junto a los integrantes de la UOCRA al enfrentarse a palazos en un
centro de distribución en Tolosa.
-
De repente sentimos que el camión giraba en forma de “U”.
¿Estábamos volviendo?
El día termina con
Melina y sus compañeros de Posta de Pardo
llevando todo lo que habían recaudado a una sede de Cáritas. Nadie hablaba en el camino de regreso. La oscuridad del
atardecer caía sobre sus rostros junto al claro reflejo de la bronca. Todo ese
esfuerzo y toda esa voluntad parecían no tener un final feliz.
-
Tuvimos que llevar todo a la sede de Cáritas en Merlo, no nos quedaba
otra. Teníamos una bronca tremenda, pero bueno. Lo único que nos importa es que
las donaciones hayan llegado a destino. Si es así, podemos considerar que
nuestra tarea está cumplida.
Días después, el
diario platense Pregón publicaría que
se había producido un incidente entre integrantes de La Cámpora, el sacerdote de una capilla de Villa Elvira y algunos
feligreses. Los militantes se apersonaron en el lugar con armas de fuego para
llevarse a la fuerza las donaciones que había allí. Algunos vecinos aseguran
que los bienes están siendo almacenados en depósitos y serían destinados a la
compra de votos en las elecciones que tendrán lugar en el mes de octubre.
Mientras los
gobernantes de turno no escatimaban en chicanas políticas y sus súbditos no
hacían más que adueñarse de todas esas promesas rotas, quienes querían ayudar y
quienes necesitaban ser ayudados compartían el insoportable sentimiento de la
impotencia quemándoles las entrañas.
*
El tiempo parece
inmutable en La Plata. A los damnificados sólo les queda la certeza de que, más
allá de la buena voluntad del pueblo argentino, hay cosas y sobre todo personas
que nunca van a recuperar. Sólo basta con recorrer la ciudad: los restos de la
tragedia enmarcan con demoledora simpleza el drama interminable que azota -todavía- a esos seres desamparados que
conviven con la soledad y el peso de su alma.
A un mes de la inundación, al gobierno
bonaerense se le torna cada vez más difícil acotar el número real de
fallecidos. La justicia, pero sobre todo la sociedad, están desactivando el
intento de achicar el daño político. Porque el otro daño, el de la muerte y el
de la pérdida, ya es irreparable.